Neurociencias y Pintura [Ciencia y Arte]
Etiquetas: Arte, ciencia, Mariano Molina, Neurociencia, Pintura
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17 febrero, 2012 a las 23:54 #29038annMiembro
Me pregunto sobre el futuro del Arte: ¿las próximas vanguardias serán hijas de los adelantos científicos?
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Revista Ñ./
Un artista y un científico argentinos trabajaron juntos durante nueve meses en una universidad inglesa para aplicar principios de percepción visual en la creación de obras de arte. El resultado, una muestra de pinturas que revela que la interacción fluida puede tender puentes inimaginables, crear arte y discutir el futuro de una disciplina que sólo tiene cien años. POR MARCELA MAZZEI
Sólo hay que disponerse a mirar fijo la primera foto que acompaña a esta nota y advertir que los círculos del centro comienzan a centellear, a moverse como si se tratara de una animación. Y esto es una cosa en la pantalla de la computadora, donde las imágenes suelen moverse, pero sucede lo mismo con el original, pintado en acrílico sobre tela, colgado en una galería de arte británica con el título “The beat of the crowd”. El centellear que hipnotiza a los visitantes es la ilusión óptica Hermann Grid (por su descubridor) y fue uno de los principios de percepción visual que el neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga y el artista visual Mariano Molina eligieron para experimentar trabajo conjunto de arte y ciencia.
“The beat of the crowd” es parte de The art of visual perception (El arte de la percepción visual), una muestra de pinturas creadas a partir del estudio exhaustivo de las posibilidades de la visión humana y el uso de las ilusiones ópticas. Durante enero se exhibió al público en el centro de arte de la Universidad de Leicester como parte del programa AHRC Beyond Text, que tiene planes de llevar al gran público europeo y más allá también los principios de percepción visual escondidos en obras de arte creadas con los papers en la mano.
De la Pampa a Leicestershire
Físico de la UBA y doctorado en matemática aplicada en Alemania, Rodrigo Quian Quiroga es profesor de la Universidad de Leicester, Inglaterra, donde vive desde los años 90. Además de estudios sobre la memoria que editó en un libro sobre Borges y por los que fue reconocido, ya había publicado varios trabajos de investigación sobre el cruce de arte y neurociencias. De su laboratorio surgieron los estudios con el Eye Tracker –un software que determina hacia dónde se dirige la mirada cuando contemplamos una obra de arte–, que en su etapa de pruebas en la Galería Tate de Londres participó de un documental de la BBC Channel 4 emitido a principios de 2012; y también una publicación sobre cómo vemos obras de arte de acuerdo a su precio de mercado, entre otros.
En su búsqueda de un artista con quien intercambiar saberes y explorar las fronteras, contactó a Mariano Molina y charla de café mediante ya estaban organizando un viaje: como artista en residencia, Molina se instaló durante nueve meses en Inglaterra y de aquella “interacción fluida” resultaron unas 20 piezas de acrílico sobre tela y algunos trabajos en soporte digital que presentan de manera inteligible cómo el cerebro procesa la información visual. “Mi interés como neurocientífico es entender cómo un grupo de neuronas genera algo tan fascinante como la percepción de lo que vemos. El parque que tengo a la vista desde mi oficina no es una película que se proyecta en mi cabeza: es ni más ni menos que un disparo de neuronas en mi cerebro”, define Quian Quiroga su área de investigación, en conversación telefónica desde Inglaterra.
“Siempre me fascinaron las ilusiones ópticas”, asegura Mariano Molina sentado en el hall del Art Hotel, que alberga su muestra más reciente en Buenos Aires. Allí, entre las pinturas de su proyecto personal, se reconocen –y él mismo reconoce– algunos puntos de contacto con las creadas en conjunto con Quian Quiroga. En la galería está su serie sobre muchedumbres: una escena general con cuerpos gesticulando donde se confunden en el acting un recital de rock con la tribuna de un estadio de fútbol y una manifestación política juvenil. “Este proyecto surgió sin buscarlo, algo que me parece maravilloso, y aunque seguro va a influir en un futuro lejano-inmediato y va por un carril diferente, es un gran aporte a mis conocimientos”.
La historia del arte y la percepción
Los “trucos” de los pintores para generar atmósferas, profundidades o sensación de realidad son tan antiguos como el arte mismo. “Estamos aprendiendo cosas que Rembrandt ya sabía intuitivamente hace siglos; aunque no entendía cómo funciona el cerebro, tenía muy claro los efectos que producía un contraste o un claroscuro –explica Quian Quiroga–. Son las cosas que estudiamos hoy en el laboratorio, y los científicos tenemos que perder el miedo a cruzar esta barrera y aprender del arte, que aplica la percepción visual hace cientos de años mientras en Neurociencia comenzamos hace cien; sería muy arrogante de nuestra parte decir que podemos explicarlo todo cuando en realidad podemos aprender un montón de los artistas”.
Egresado de la escuela de arte Prilidiano Pueyrredón, premiado en salones nacionales de pintura, invitado a bienales internacionales y reconocido por sus murales, Mariano Molina tuvo que hacer memoria para identificar artistas o movimientos estéticos la manera en que las técnicas de percepción visual se manifiestan en la historia del arte. “Leonardo Da Vinci sabía cómo dar cuenta de las dimensiones, de la cercanía y lejanía de los objetos; en el Renacimiento está muy clara la perspectiva; después la Gestalt; incluso Kandinsky abordó muchos aspectos de las ilusiones ópticas; otro es Escher… Y hay una artista británica que descubrí allá, Bridget Riley, que desde los 70 pinta unas cosas maravillosas”, enumera. Por el poco espacio que tienen estos asuntos en los programas de formación artística, Molina se considera un afortunado por la experiencia que acaba de vivir. “Rodrigo habla de la intuición del artista, pero si vos podés adquirir estos conocimientos de antemano, te da una mayor amplitud y perspectiva. Son cosas con las que un artista está lidiando todo el tiempo a la hora de ponerse a trabajar. Si estos artistas hubieran tenido toda esta información, podrían haber tenido mucho más impacto visual”, reconoce y le pone reservas a la intuición, la inspiración y la imaginación (“palabras muy románticas”) en el quehacer artístico, más relacionado según su entender al mundo de las ideas. Su “visión distinta” también dejó huellas en el laboratorio.
Oclusión y rivalidad binocular
En un ejercicio múltiple, “Pollock’s space” (Foto 2) funciona como tributo, manifestación artística y explicación didáctica del principio de oclusión. Allí se distingue al genial Jackson Pollock en blanco y negro volcando pintura sobre una tela con un gesto que podría haber patentado. Convive en la misma superficie con una estampa texturada en rojo. La tentación a decir que está “sobre” el más famoso de los expresionistas es inevitable, porque allí reside la “ilusión”, lo que engaña al cerebro. Explica el científico: “Si estás viendo dos objetos y uno cubre al otro, ves a éste último más cerca. Eso lo entendés por cálculos que hacés en tu cerebro, porque realmente no está más cerca”. En la pintura, con la oclusión aprendida, se pusieron a jugar: mientras la mano de Pollock tapa la estampa, ésta tapa el resto del cuerpo.
Aplican el mismo principio en una serie donde el dúo artístico-científico aparece dentro de campo –en otro guiño arty. En la primera versión (Foto 3), ambos fuera de foco pintan como si delante de ellos hubiera un vidrio: Molina repite el pattern estilo Pollock mientras Quian Quiroga dibuja unas neuronas de Cajal (por Santiago Ramón y Cajal, pionero de la Neurociencia). En una segunda versión (Foto 4), ambos están en foco en una maniobra que los acerca al espectador, al tiempo que los dibujos que cubren por regiones los espacios definen el conjunto: “Si tapás una cosa y no otra –asegura Quian Quiroga– le creás un enigma al cerebro que la única manera que tiene de resolverlo es haciéndose la idea que estás en tres dimensiones, sino esa pintura no tiene explicación”.
Intuitivamente aprendidos, estos conocimientos explicitados procuran más herramientas para la paleta del artista siempre atento a salirse de lo convencional, de crear algo original; al tiempo que abre un sendero poco ortodoxo para el avance de la una disciplina joven como la Neurociencia. El paso siguiente en esta aventura de la percepción visual se llama rivalidad binocular –otro principio famoso, un poco más complejo–, y se trata de entender la manera en que los humanos vemos: “Casi lo mismo con los dos ojos”, dice Quian Quiroga. Cada ojo ve en dos dimensiones y como un ojo está al lado del otro, las imágenes que vemos con cada uno están un poco desplazadas; ese desplazamiento hace que el cerebro genere una visión tridimensional. Es el clásico efecto del cine 3D, pero va mucho más allá. “Lo que nosotros sabemos en Neurociencia es que si en vez de darle a cada ojo una imagen un poquito desfasada le das dos imágenes completamente distintas, el cerebro se confunde porque nunca vio una cosa así. Y la manera que tiene de resolverlo es alternando las dos imágenes”, explica. Sigue: “Uno podría decir que ves una mezcla de las dos imágenes, pero no: ves una imagen y después la otra. Es algo que hace tu cerebro y no podés controlar, es totalmente involuntario”.
En el hall del Art Hotel, bajo la supervisión de Molina y con una reproducción de la pintura delante y los anteojos 3D puestos, funcionó: en la imagen de la serie de muchedumbres que el ojo izquierdo veía en azul se colaba intermitentemente y como si fuera un videoclip otra imagen diferente, en rojo, que estaba escondida en la misma pintura.
Del laboratorio al atelier
“Nos juntábamos en la universidad donde yo tenía mi computadora –iba casi todos los días, como todos los colaboradores–, conversábamos con Rodrigo, él me traía papers, me explicaba cosas que había estado estudiando y planteábamos propuestas. También el científico es una fantasía que te creás, pero lo percibí muy a tono con la rutina de un artista y el intercambio de ideas desde lugares completamente opuestos es fascinante”, resume Molina, que no pudo estar presente en la inauguración pero en su lugar Quian Quiroga proyectó un video que los muestra trabajando. “Fue un principio, un acercamiento entre dos ramas del conocimiento que finalmente genera que el público acceda a campos académicos que no está acostumbrado, tanto desde el arte como de la ciencia; pero no estábamos tan pretenciosos de generar conciencia, sabemos que algo suma pero sin exagerar nuestras intensiones”, reflexiona Molina.
El día de la apertura, después de las presentaciones formales y una breve conferencia sobre cómo funciona la percepción, el público presente se dedicó a sorprenderse con los movimientos que se dan al interior del cerebro cada vez que se pone en marcha la percepción visual. Mientras atendía a la prensa local, el neurocientífico percibió algo novedoso: “Por mi carrera, me podía imaginar dando charlas delante de un montón de gente interesada en los resultados de la ciencia, pero en mi vida me hubiera imaginado mostrando cuadros en una galería de arte”. Pequeña y personal, una de las tantas posibles repercusiones de un proyecto que puso a funcionar al mismo tiempo las cajas de herramientas del arte y la ciencia contemporánea.
¿CENTELLEA? “The beat of the crowd”, creada bajo los principios de Hermann Grid, forma parte de una muestra de arte y neurociencias.
POLLOCK’S SPACE. Un tributo y un experimento, que pone sobre tela el principio de oclusión.
RIVALIDAD BINOCULAR. Con anteojos 3D, el cerebro alterna las imágenes, no las mezcla.
FUERA DE FOCO. El neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga y el artista visual Mariano Molina pintan en una de las obras de El arte de la percepción visual.
EN FOCO. «Si tapás algunas cosas y no otras, le generás un enigma al cerebro resuelve haciéndose la idea de tres dimensiones».
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