CEAEncuentros

Encuentro del CEA en La Plata: qué pasó

Tal como lo habíamos anunciado, el sábado 26 de junio se reunió el Círculo Escéptico Argentino en La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires). Nos encontramos en el bar del Centro Cultural Dardo Rocha (esquina de las calles 6 y 49) y allí nos entretuvimos, hablando de diversos temas, durante varias horas. No teníamos demasiadas ganas de abandonar el calor del bar para salir a las calles, tomadas por una ola de frío polar. En total éramos nueve allí, con mayoría de locales. Tuve el gusto de conocer en persona a Jorge y Malena, que sólo había visto en fotos y escuchado cuando grabamos nuestro podcast, y que fueron excelentes anfitriones. También asistieron Leandro, Eliseo, Lihuén y Carlos, éste último miembro de ArgAtea La Plata. De Buenos Aires vino Elio (alias Daneel Olivaw); no pudo asistir Lisandro (alias Dr. Gen). De Rosario vinimos Marisa (mi compañera) y yo.

Escépticos en el bar
Escépticos en el bar (menos una ausente y la fotógrafa).

Como era de esperarse, no hubo lugar para una charla ordenada sobre el tema “oficial” del encuentro (la ciencia y los medios de comunicación), aunque ése fue uno de los tantos que pasaron por la mesa. Un largo rato nos ocupó el tema de cómo debe tratar el escepticismo con la política; sin una conclusión en firme, yo creo que el “movimiento escéptico” no tiene ni puede tener una ideología política tradicional, aunque tampoco puede quedar ajeno, ni en la crítica ni en el apoyo a causas determinadas. También hablamos, como no, de religión y de ciencia, de evolución y creacionismo, de pseudociencia y de cómo se la trata en los medios, y de la historia de La Plata.

Telescopio del Observatorio de La Plata
Telescopio del Observatorio de La Plata.

Al salir, cayendo ya el sol, nuestros anfitriones nos guiaron hasta el Teatro Argentino, imponente construcción de arquitectura brutalista, de planta octogonal y simétrica en dos ejes, construida hace menos de dos décadas en la manzana que ocupara su antecesora, destruida por un incendio. En el camino se nos unieron Carlos Díaz y Leandro Yampolsky, de ArgAtea, que se habían demorado pero querían charlar un rato con nosotros de todas formas antes de volver a Buenos Aires. Luego nos dirigimos hacia el Bosque y al Observatorio, corriendo una carrera contra las nubes que amenazaban bloquear nuestra capacidad astronómica. Envueltos por un frío glacial, pasamos a la biblioteca de la Facultad de Astronomía, donde rodeados por libros antiguos escuchamos una breve historia de la misma, antes de pasar al Observatorio en sí, donde nos recibió el gran telescopio de fines del siglo XIX que aún hoy permite hacer observaciones útiles, y que está tan bien construido y balanceado que —a pesar de sus toneladas de peso— puede moverse en todos sus ejes con sólo tirar de cuerdas y hasta con un solo dedo. Pudimos ver Saturno y dos de sus lunas, el cúmulo abierto Kappa Crucis y el cúmulo globular Omega Centauri.

Fuimos a comer pizza y después Jorge nos recibió en su departamento, donde seguimos charlando hasta tarde. Al día siguiente nos encontramos allí para ir a visitar el Museo de Ciencias Naturales, donde Malena —ex-guía— nos ofreció una visita guiada interesantísima. El Museo requiere paciencia: pasando rápidamente por muchas vitrinas con especímenes menores y no distrayéndonos demasiado en los otros, nos tomó casi cuatro horas recorrerlo. Allí están réplicas de fósiles famosos como el de Lucy, el niño de Taung y un Diplodocus completo, inmensos fémures de Antarctosaurus, esqueletos fósiles completos de gliptodontes y megaterios, y los huesos de miles de animales, desde pequeñas vértebras de serpiente hasta el inmenso cráneo de una ballena azul.

Escépticos más tigre dientes de sable
Escépticos en la puerta del Museo de Ciencias Naturales.

Ahora mi impresión personal. El Círculo Escéptico está todavía en formación. Todavía no estamos listos, quizá, para reuniones ordenadas, para una jerarquía, para actividades coordinadas y sostenidas en el tiempo que alcancen al público en general. Este encuentro sirvió para conocernos y ayudar a la transformación de un grupo de fans de la ciencia y contra la irracionalidad en una verdadera organización escéptica. No me cabe duda de que tenemos las capacidades individuales que hacen falta para llegar a ese objetivo. Los escépticos que nos lean o nos escuchen quizá prefieran esperar, no unirse a un grupo que aún es pequeño y anárquico. Yo los aliento a que no esperen, sino que participen. Nosotros estamos dispuestos a recibirlos.

5 comentarios en «Encuentro del CEA en La Plata: qué pasó»

  • Una pena no haber podido ir :S
    Comparto tu última reflexión Pablo y también aliento a que los lectores silenciosos (que siempre son más que los comentadores/visibles) se unan activamente.

    Abrazo!
    Lisandro

    Respuesta
  • Daneel Olivaw dijo:
    Y que se animen a venir a los eventos próximos. No mordemos!

    Ok, si prometen que no muerden la próxima me sumo
    La verdad que hubiera querido ir, encima hace un montón que no voy al museo de La Plata. Lastima que estoy con todos los parciales, recuperatorios, y finales juntos.

    Respuesta
  • Tal vez haya algunos que están esperando que los muerdan.
    Muy buena la reseña Pablo.
    Quiero contarles algo del Teatro Argentino. El Original Teatro Arg. se incendió en 1977 y en contraposición con WIKIPEDIA, no fue demolido por, como se sugiere, el autoritarismo de la dictadura militar, sino porque los daños en su estructura no permitían la reconstrucción. Lejos me hallo de defender a los militares, pero esta vez no fue culpa de ellos. Recuerdo en los 80´que se hizo un pozo enorme, se empezaron unas obras y todo quedó parado, en donde hoy es la puerta de ingreso, sobre calle 51, había una maqueta gigante recubierta por un acrílico, que estuvo ahí años, tanto tiempo, que pase de soñarla para jugar con mis autitos a verla en mi post adolescencia, manchada por la humedad, decaída, en el mismo sitio, con cientos de insectos que quedaron atrapados y murieron en las calles aledañas y el techo de ese hipotético megaedificio, que seguía siendo un enorme pozo. Durante el reinado de Carlos Saúl se le dio manija al proyecto y a las apuradas y a medio construir la inauguro Duhalde esta vez como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con una fachada mil veces más humilde de lo que yo esperaba y la parte que daba a la AV. 53 como una obra más, llena de chapas y ladrillos. Hoy sigue sin estar terminado el edificio. La sala Lirica es espectacular y de su acústica se dice que se halla al mismo nivel de las grandes salas liricas del mundo como la Scala de Milán o nuestro Teatro Colon. Devenido a veces en escenario de cuestiones políticas, peronistas en su mayoría, cuando el poder de turno no la necesita, resulta majestuoso presenciar el lago de los cisnes o escuchar cualquier pieza Wagneriana interpretada por la orquesta estable.
    n

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*