Tu historia escéptica.
- Este debate tiene 2 respuestas, 2 participantes y ha sido actualizado por última vez el hace 11 años, 1 mes por Ezequiel Arrieta.
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5 noviembre, 2013 a las 14:42 #40100Elio CampitelliMiembro
Abro este hilo para que compartamos nuestras historias de cómo llegamos al escepticismo. Hay miles de formas de llegar a lo mismo. Algunos habrán transitado por alguna pseudociencia en particular, otros habrían aceptado algunas pero sin mucha reflexión. Quizás suponías que eran «macaneos» pero tampoco pensabas mucho sobre el tema.
Dejo, por ejemplo, un artículo de Alejandro Agostinelli publicado en la Newsweek donde habla un poquito de cómo se encontró con el escepticismo y, aunque eventualmente se alejó de los movimientos organizados, nunca se pudo separar de él.
- Este debate fue modificado hace 11 años, 1 mes por Elio Campitelli.
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5 noviembre, 2013 a las 16:54 #40104Elio CampitelliMiembro
Empiezo yo y cuento un poco.
La realidad es que yo creo que siempre fui escéptico en algún sentido amplio. Mis dos padres son científicos (uno físico y la otra psicóloga) y desde siempre me enseñaron a pensar científicamente. Creo recordar… no -los recuerdos de la niñez no son confiables- mi narrativa es que mis padres siempre cultivaron mi capacidad de sorpresa, curiosidad, el respeto por la ciencia y, fundamentalmente, mi libertad de pensamiento.
En cuanto a contenidos específicos, recuerdo (otra vez esa palabrita) que mi papá siempre aprovechaba cualquier situación para ilustrar algún principio de la física. Él muchas veces me llevaba a la primaria en bicicleta y uno de los trayectos implicaba pasar por un importante desnivel. Mi primer contacto con el concepto de «Energía» fue ahí, cuando mi papá me explicaba que antes de llegar a la loma había que pedalear más rápido para ganar energía cinética que luego, al subir por la pendiente, se convertía en energía potencial y que esto es lo mismo que le pasa a los cometas cuando se acercan y se alejan del Sol.
En viajes en colectivo, más o menos a los 11 años, trató de explicarme sobre integrales y derivadas sin demasiado éxito. Pero sí pudo explicarme las propiedades básicas de la fuerza de gravedad de Newton. De vacaciones en Uruguay, caminando hacia la casa donde íbamos a hospedarnos, me explicó algunas consecuencias de la relatividad. Para un nene de primaria la idea de que un cartucho de dinamita pesa menos luego de explotar por más que se juntara cada pedacito y partícula de humo era increíble. Me mostró cómo se forman los arcoíris, cómo funcionan las lentes, la enorme cantidad de vida que hay en una gotita de agua, cómo se forman los espejismos y un montón de «secretos» de la naturaleza.
Mi mamá, por su parte, me enseñó cómo se puede aplicar la ciencia al comportamiento animal y humano. Me habló de condicionamiento clásico, condicionamiento operante y cómo siempre hay que preferir explicaciones parsimoniosas a fenómenos complejos (aunque no creo que me lo enseñara con esas palabras). Me enseñó la filosofía de Bertrand Russell y sus ideas de lo que es un buena vida y una buena filosofía. A pesar de rechazar por completo al psicoanálisis, recuerdo que me explicó un poco sobre las teorías de Freud y no se molestó porque leyera «Freud para principantes». Supongo que confiaría en la capacidad de un nene de primaria para darse cuenta de cuán ridículas y anti-científicas eran. También ella me mostró ilusiones ópticas y cómo se puede engañar al cerebro, un principio fundamental del buen escepticismo.
Otro personaje importante en mi formación fue un amigo de la familia llamado Enrique Gandolfi. Hace poco falleció y tuvo una vida bastante dura con muchos problemas de salud, pero era un polímata que me enseñó muchísimo. Creo que él me hizo dar mis primeros pasos en la filosofía, desafiando mi intelecto con alguna de las tantas paradojas de Zenón y el atomismo de Demócrito. Con él aprendí también a pensar críticamente, a generar y probar hipótesis. También aprendí sobre música, ya que era un ávido oyente de música clásica. También me «atacó» con la filosofía de Russell y Hume. Me acuerdo que una vez me leyó Diálogo entre un Sacerdote y un Moribundo de el Marqués de Sade que influyó mucho en cómo veo las afirmaciones sobre la religión; esa fue la primera vez que me encontré con el argumento de Hume contra los milagros (argumento que comparto hasta el día de hoy), con el problema del mal y con la contradicción entre un ser omnisciente y la posibilidad del libre albedrío.
Con el tiempo fui «rumiando» estas ideas para llegar a mi posición teológica actual: no-cognitivismo teológico. El concepto de Dios no es cognoscible sino que se trata de una maraña de propiedades autocontradictorias, inconsistentes y lógicamente imposibles. Citando al Moribundo del ensayo:Te desafío que digas que crees en el Dios cuyas alabanzas cantas, porque no puedes demostrar su existencia ni está dentro de tus capacidades definir su naturaleza, lo que significa que no lo entiendes y, puesto que no entiendes, eres incapaz de ofrecerme argumentos razonados. En otras palabras, cualquiera cosa que esté más allá del entendimiento humano o es ilusión o es capricho ocioso y, puesto que tu Dios debe ser una u otro, tendría que estar loco para creer en la primera y ser estúpido para creer en el segundo.
Finalmente, imposible no reconocer la influencia de un grande como Carl Sagan. De la mano de mi papá con quién veía los videos en VHS de Cosmos antes de ir a la cama. Mi favorito era el capítulo 9: Las vidas de las estrellas, que empieza de la mejor forma «Si querés hacer una tarta de manzana desde cero, primero tenés que inventar el universo». La idea de que estamos hechos de átomos formados en los núcleos de las estrellas es algo realmente poderoso; o la humildad de saber que en el calendario cósmico ocupamos apenas los últimos minutos del último día del último mes.
En otras palabras, mi niñez fue diseñada para que me convirtiera en el nerd amante de la ciencia que soy hoy. Desde siempre se me inculcaron los valores de la ciencia, el pensamiento crítico, la curiosidad y la importancia de tratar de investigar el mundo como un niño jugando en la costa de un océano. Yo no tuve un verdadero «viaje» hacia la ciencia y el escepticismo; siempre estuve acá, siempre fue mi hogar, y no me pienso ir.
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5 noviembre, 2013 a las 20:47 #40106Ezequiel ArrietaMiembro
Hola a todos, me llamo Ezequiel Martín Arrieta, tengo 26 años y estuve a un paso de convertirme en uno de los médicos más magufos que ustedes puedan llegar a conocer. Mi mente contenía muchas pseudociencias: Diós, Feng Shui, cosmobiología, naturismo/naturopatía, homeopatía, yoga, reiki, cristaloterapia, ufología, chakras, auras y cámara Kirlian, niños índigo y cristal, acupuntura, cristaloterapia, reflexología, karma, meditación trascendental, pranismo, respiracionismo, flores de Bach, piramidología, quiromancia, conspiranoias, la Era de Acuario, telepatía, los cristales de agua de Massaru Emoto, curaciones a distancia, planeta Nibiru y hasta en Matías De Stefano.
Pero algo pasó y esta es la historia de como pase a ser un creyente “de todo” a ser una persona que promueve el pensamiento crítico y el escepticismo científico.
Aún no recuerdo cual fue el detonante, pero si puedo identificar muchos momentos que ayudaron a impulsar este proceso que se aceleró cada vez más. Para entender un poco esta larga historia, los voy a poner en perspectiva del contexto socio-histórico en el cual me desarrolle.
Nací en San Francisco (provincia de Córdoba, Argentina) en una familia de clase de media. Hijo de padres católicos (pero no fanáticos) que decidieron darnos a mis hermanos y a mí la posibilidad de elegir nuestras creencias cuando crezcamos, optando por no bautizarnos ni acercarnos a la iglesia.
Mi viejo tiene de tercer nombre Guadalupe, debido a la Vírgen del mismo nombre, motivo por el cual las visitas a la iglesia de la Virgen de Guadalupe en Santo Tomé (Argentina) se hacían una vez por año, y a pesar de que no nos inculcara ninguno de los rituales que el practicaba, yo lo veía e imitaba: entrar y persignarme con el agua bendita, tocar las estatuas, arrodillarme y balbucear o pedir cosas como juguetes o que no me reten más en el colegio, prender las velitas y hasta mirar a la Virgen y sonreír en un acto de demostración de afecto hacia ese ente que desconocía.
Mi vieja, católica rebelde, dejó la iglesia y en su etapa de joven adulta encontró un grupo de personas que compartía su visón sobre la institución religiosa y la espiritualidad, en este grupo de auto-realización se practicaba el vegetarianismo, cosmobiología y yoga.
Un consenso entre mis padres llevó a que a mi y a mis hermanos nos hicieran ovolactovegetarianos desde el momento de la concepción, decisión que les agradezco mucho hasta el día de hoy.
Durante mi infancia fui un niño muy curioso, me interesaba mucho leer diferentes temas relacionados a las ciencias naturales y me sentía muy atraído por la biología y astronomía. Me intrigaba mucho el cuerpo humano y como estaba hecho por dentro, especialmente la parte de las tripas (jeje!), pero los insectos hacían que invirtiera muchas horas de mis tardes para luego terminar armando un terrario de hormigas, arañas, grillos y otros bichos, para luego pasar otras horas viendo como se comportaban. Las estrellas eran otro pasatiempo, pero lo que decían los libros de astronomía era muy complicado y no lo entendía, además nadie de mi familia me lo sabía explicar. Mi vieja tenía una enciclopedia del mundo con las descripciones geográficas, políticas, económicas, sociales y culturales de los países, con ese me iba a dormir la siesta…
A pesar de haber sido un niño bastante revoltoso, mis profesores de ciencias naturales estaban fascinados con mis participaciones, pero los de sociales, matemática y lengua no tanto.
En los comienzos de la adolescencia, mi vieja se reincorporó al grupo de auto-realización que había abandonado para criarnos a mis hermanos y a mí, los cuales le consumíamos mucho tiempo. Pero al estar un poco mas grandes, comenzamos a ir a las llamadas jornadas. Eran generalmente 2 a 3 días donde todos los miembros de este grupo (hay varias “sucursales”) se juntaban en un solo lugar, ese lugar se llama Ashram. El sitio predilecto era Miramar, un predio enorme donado por un simpático sujeto que no participaba directamente del grupo, pero que sí iba a las jornadas. Buen hombre… En este lugar, conocí (o mejor dicho me reencontré) con los hijos de los amigos de mi vieja, los cuales se convirtieron con el paso del tiempo en grandes amigos. Compartíamos todo, no solo la dieta, sino también ganas de aprender todas esas cosas que hacían nuestros padres y que parecían muy piolas.
Con el paso del tiempo, esa curiosidad que tenía con la ciencias naturales se volcó a esa nueva área del conocimiento que se me estaba presentando.
Las preguntas que le hacía a mi vieja la superaban, por lo que comencé una etapa de investigación personal. Revolviendo libros y apuntes de ella fui aprendiendo y relacionando de a poco todo lo que aprendía. Gracioso fue el día que les quise comentar a mis amigos de la secundaria sobre el Feng Shui en la casa de mi amigazo Manuel. Todos me tomaron el pelo y no me gustó mucho. Mis amigos no eran tan crédulos. Eso reforzó mi sentimiento de pertenencia al otro grupo.
Siempre estuvo presente en mí el deseo de ser médico, no se porque, quizás se sumo mis deseos de ayudar a la gente y mi curiosidad sobre el cuerpo humano… Ingresé a la carrera de medicina de la Universidad Nacional de Córdoba en el año 2006 siendo el número 31 en el orden de mérito teniendo muchos conocimientos en pseudociencias y habiendo leído varias veces el libro de “40 lecciones de medicina naturista” del médico español (ya fallecido) Eduardo Alfonso. Durante el ingreso me había enamorado de la biología celular, la química inorgánica, la física y la matemática; mis preguntas y curiosidad seguían estando ahí, pero ya tenía en claro mi objetivo por el cual iba a la facultad: recibirme de médico y hacer la otra medicina, naturopatía. ¡Esa era la posta!
Durante el cursado nunca tuve debates sobre las pseudociencias, nunca me había llamado la atención llevar ese debate a clases porque me encantaba lo que estaba aprendiendo. Si recuerdo haber tenido un debate sobre las vacunas con mi compañero de departamento que también estudiaba medicina, donde obviamente, yo negaba que la vacuna fuese algo interesante. Si si, era negacionista de la vacunación y del HIV.
Por 2 años no fui más a las jornadas. No recuerdo por que, pero si recuerdo que quería ser cirujano porque estaba haciendo la ayudantía de Anatomía Normal y participaba de cirugías. Quizás eso me había alejado un poco.
Un día decidí volver a las jornadas, tampoco recuerdo porque, aunque en esa época había terminado una relación con la chica que fue mi primer amor, quizás necesitaba un poco de apoyo psicológico. Esta vez volví con todo, hacía yoga muy seguido y había comenzado un curso de monitores de cosmobiología (persona que puede dar cursos y leer cartas natales). Ese mismo año conocí personalmente a la persona que le daba forma y sustento al grupo del cual formaba parte. Era médico recibido de la misma universidad que yo y ejercía medicina naturista en otro país. Era genial, siempre tenía una respuesta para mi cabeza inquieta que todo lo preguntaba a diferencia de la «medicina alopática» que decía “etiología desconocida” o “enfermedad de origen desconocido”.
Pero cuando volvía a estas jornadas, me conectaba de nuevo con todas las pseudociencias y con cada jornada se fue haciendo más fuerte el sentimiento de pertenecía al grupo “especial”. Recuerdo pasar horas haciéndole preguntas o escuchándolo hablar y ponerme contento cuando me daba cuenta de que ya había conseguido un maestro dispuesto a enseñarme todo lo que él sabía.
Durante el cursado de 5to año conocí el Movimiento Zeitgeist y me uní. En ese entonces, el movimiento en Córdoba Capital estaba formado por un ejército de personas con pensamiento mágico. Había encontrado mi lugar… Todo cerraba. Cada vez más personas aparecían y reforzaban mi sentimiento hacia las pseudociencias. Cabe destacar que los magufos son personas muy simpáticas y amorosas.
Aunque con el paso del tiempo, me encontré con gente de Buenos Aires que si habían entendido el movimiento y entre sus pilares se encontraba el pensamiento crítico. Comenzaron los debates y cruces, yo buscando argumentos que respaldaran mi postura y los del frente leyendo los papers que yo no había leído y refutándome todo marcándome las falacias y errores de interpretación. Shit… Pero no se preocupen era muy testarudo, el de “mente cerrada” era yo y las personas con las que debatía, las cuales me pedían algo más que fé.
En el último año de la carrera tuve que hacer las prácticas hospitalarias en la ciudad donde me crié, lo que significó alejarme de todas esas personas nuevas que había conocido por un tiempo. Ese fue un momento clave… La separación del refuerzo de mi sentimiento a las pseudociencias hizo que este se debilitara, abriéndole camino a los estímulos provenientes de documentales, charlas, vídeos y debates que fomentaban el pensamiento crítico. Comencé a leer material sobre ateísmo, y como con Diós “ni fu ni fa”, me hice agnóstico y al tiempo ateo, pero seguía siendo magufo. Me topé con videos exclusivos de pensamiento crítico donde hablaban sobre evidencias y todas esas cosas que mis amigos de Buenos Aires me decían. Un día, decidí leer el informe sobre homeopatía del Circulo Escéptico de España, quedé realmente asombrado con el informe y automáticamente eliminé a la homeopatía de mi lista de pseudociencias, me gustaba mucho la química y la física y claramente a la homeopatía no le interesaba mucho. Luego conocí a Carl Sagan con su libros “Cosmos”, a James Randi con sus suicidios homeopáticos y capacidades para el ilusionismo, a Richard Dawkins con sus crudos, respetuosos y bien argumentados comentarios sobre Diós y la evolución biológica, a Neil deGreasse Tyson con su humor y conocimientos, a Stephen Hawking con su increíble condición física y mente brillante. Al mismo tiempo me empecé a animar a leer artículos que refutaban mis creencias porque quería saber cual era el “problema” con ellos que no creían y conocer sus argumentos. Luego entré al foro del Círculo Escéptico Argentino y lo primero que me encontré fué el post del “Té chino del Dr. Ming”, me reí mucho con ese artículo y seguí leyendo, muchos contradiciendo mis creencias.
Un día vi entrevistas de Richard Feynnman y me logré conectar con su amor por la ciencia, me hizo acordar a mí cuando era chiquito, el mocoso inquieto que preguntaba todo y juntaba bichos para luego pasarse horas viendo como se comportaban. Carl Sagan lo logró después cuando leí “El mundo y sus demonios”, pero eso fué posterior.Salir a correr para mí es un momento de reflexión y ese año corrí mucho. Recordaba las cosas que me decía este médico que yo admiraba, algunos de esos recuerdos fueron el momento que me dijo que el VIH no existía, que la homosexualidad era una enfermedad, que el objetivo de las disciplinas que realizábamos era de evolucionar para estar más cerca de Diós, entre otras… Todas mis creencias se fueron cayendo, lo hacían de forma muy rápida! Realmente estaba sorprendido con la felicidad y ligereza con lo que me lo estaba tomando. Era un alivio poder sacarme de la cabeza las preocupaciones del karma, del destino, de las energías de los planetas al momento de nacer y la disposición de los muebles más allá de la comodidad.
El hecho que más me molestó fue el que siempre me hayan dicho que era un persona con bajos niveles de energía por la posición que tenían Marte y el Sol en mi carta natal, aunque en realidad yo lo creía porque tenía los conocimientos para interpretarla. Se me decía que me forzaba mucho y que cuando sea más grandes mis bajos niveles de energía van a hacer que me enferme. Eso me molestó porque fue algo que me condicionó, que me limitó en muchos aspectos de mi vida (especialmente deportivo) porque yo cuidaba de mis “niveles de energía”, cuando siempre había sido una persona muy activa.
El proceso continuó y cada vez me parecía mas fascinante lo que leía sobre ciencia como mi añorada y olvidada astronomía (no astrología!), al mismo tiempo que leía más y más sobre escepticismo y pensamiento crítico.
Mi mente se liberó, pero aún conservaba todos esos grandes conocimientos sobre pseudociencias y comprendí lo peligroso que podía llegar a ser el pensamiento mágico en la salud y la sociedad en general. Me pareció interesante empezar a aplicar esto y escuchar/leer a quienes creían en ellas, para luego refutar y enseñar donde estaba el error cometido a la hora de interpretarlas. Entonces comencé a escribir en el blog del Círculo Escéptico Argentino y hacer activismo en pos del escepticismo científico.
Hoy, ya recibido de médico, mi reencuentro con la ciencia me ha llevado a ser docente de la Cátedra de Fisiología Humana de la carrera de Medicina de la UNC y a realizar un doctorado en Medicina y Cirugía. Creo que hay material para rato…
Falta mucho por descubrir, la ciencia no nos ha brindado todas las respuestas y nos sentimos muy incómodos en momentos de incertidumbre, claramente no nos agrada el hecho de no saber. Las pseudociencias y la religión nos dan una respuesta a todo, nunca caen mal paradas y por eso las abrazamos, a diferencia de la ciencia, con ellas nos sentimos más cómodos.
Pero la ciencia fue la herramienta que nos ha permitido desarrollar una tecnología inocua para ver los bebés en el útero materno (ecografía), nos ha permitido conocer la edad de las estrellas y origen de las galaxias al mismo tiempo que nos ha dado la certeza de que estamos compuestos con los mismos compuestos químicos que ellas, nos ha dado la posibilidad de transformar un elemento tan abundante en la tierra como el silicio en instrumentos capaces de aprovechar la energía lumínica y transformarla en energía eléctrica y desarrollar tratamientos médicos que mejoran nuestra calidad de vida.
Después de lo anterior, lo único que me queda decir es
“Afirmaciones extraordinarias requieren de evidencias extraordinarias” y «Cada esfuerzo por clarificar lo que es ciencia y de generar entusiasmo popular sobre ella es un beneficio para nuestra civilización global. Del mismo modo, demostrar la superficialidad de la superstición, la pseudociencia, el pensamiento «new age» y el fundamentalismo religioso es un servicio a la civilización…»
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