Responder a: Tu historia escéptica.
Hola a todos, me llamo Ezequiel Martín Arrieta, tengo 26 años y estuve a un paso de convertirme en uno de los médicos más magufos que ustedes puedan llegar a conocer. Mi mente contenía muchas pseudociencias: Diós, Feng Shui, cosmobiología, naturismo/naturopatía, homeopatía, yoga, reiki, cristaloterapia, ufología, chakras, auras y cámara Kirlian, niños índigo y cristal, acupuntura, cristaloterapia, reflexología, karma, meditación trascendental, pranismo, respiracionismo, flores de Bach, piramidología, quiromancia, conspiranoias, la Era de Acuario, telepatía, los cristales de agua de Massaru Emoto, curaciones a distancia, planeta Nibiru y hasta en Matías De Stefano.
Pero algo pasó y esta es la historia de como pase a ser un creyente “de todo” a ser una persona que promueve el pensamiento crítico y el escepticismo científico.
Aún no recuerdo cual fue el detonante, pero si puedo identificar muchos momentos que ayudaron a impulsar este proceso que se aceleró cada vez más. Para entender un poco esta larga historia, los voy a poner en perspectiva del contexto socio-histórico en el cual me desarrolle.
Nací en San Francisco (provincia de Córdoba, Argentina) en una familia de clase de media. Hijo de padres católicos (pero no fanáticos) que decidieron darnos a mis hermanos y a mí la posibilidad de elegir nuestras creencias cuando crezcamos, optando por no bautizarnos ni acercarnos a la iglesia.
Mi viejo tiene de tercer nombre Guadalupe, debido a la Vírgen del mismo nombre, motivo por el cual las visitas a la iglesia de la Virgen de Guadalupe en Santo Tomé (Argentina) se hacían una vez por año, y a pesar de que no nos inculcara ninguno de los rituales que el practicaba, yo lo veía e imitaba: entrar y persignarme con el agua bendita, tocar las estatuas, arrodillarme y balbucear o pedir cosas como juguetes o que no me reten más en el colegio, prender las velitas y hasta mirar a la Virgen y sonreír en un acto de demostración de afecto hacia ese ente que desconocía.
Mi vieja, católica rebelde, dejó la iglesia y en su etapa de joven adulta encontró un grupo de personas que compartía su visón sobre la institución religiosa y la espiritualidad, en este grupo de auto-realización se practicaba el vegetarianismo, cosmobiología y yoga.
Un consenso entre mis padres llevó a que a mi y a mis hermanos nos hicieran ovolactovegetarianos desde el momento de la concepción, decisión que les agradezco mucho hasta el día de hoy.
Durante mi infancia fui un niño muy curioso, me interesaba mucho leer diferentes temas relacionados a las ciencias naturales y me sentía muy atraído por la biología y astronomía. Me intrigaba mucho el cuerpo humano y como estaba hecho por dentro, especialmente la parte de las tripas (jeje!), pero los insectos hacían que invirtiera muchas horas de mis tardes para luego terminar armando un terrario de hormigas, arañas, grillos y otros bichos, para luego pasar otras horas viendo como se comportaban. Las estrellas eran otro pasatiempo, pero lo que decían los libros de astronomía era muy complicado y no lo entendía, además nadie de mi familia me lo sabía explicar. Mi vieja tenía una enciclopedia del mundo con las descripciones geográficas, políticas, económicas, sociales y culturales de los países, con ese me iba a dormir la siesta…
A pesar de haber sido un niño bastante revoltoso, mis profesores de ciencias naturales estaban fascinados con mis participaciones, pero los de sociales, matemática y lengua no tanto.
En los comienzos de la adolescencia, mi vieja se reincorporó al grupo de auto-realización que había abandonado para criarnos a mis hermanos y a mí, los cuales le consumíamos mucho tiempo. Pero al estar un poco mas grandes, comenzamos a ir a las llamadas jornadas. Eran generalmente 2 a 3 días donde todos los miembros de este grupo (hay varias “sucursales”) se juntaban en un solo lugar, ese lugar se llama Ashram. El sitio predilecto era Miramar, un predio enorme donado por un simpático sujeto que no participaba directamente del grupo, pero que sí iba a las jornadas. Buen hombre… En este lugar, conocí (o mejor dicho me reencontré) con los hijos de los amigos de mi vieja, los cuales se convirtieron con el paso del tiempo en grandes amigos. Compartíamos todo, no solo la dieta, sino también ganas de aprender todas esas cosas que hacían nuestros padres y que parecían muy piolas.
Con el paso del tiempo, esa curiosidad que tenía con la ciencias naturales se volcó a esa nueva área del conocimiento que se me estaba presentando.
Las preguntas que le hacía a mi vieja la superaban, por lo que comencé una etapa de investigación personal. Revolviendo libros y apuntes de ella fui aprendiendo y relacionando de a poco todo lo que aprendía. Gracioso fue el día que les quise comentar a mis amigos de la secundaria sobre el Feng Shui en la casa de mi amigazo Manuel. Todos me tomaron el pelo y no me gustó mucho. Mis amigos no eran tan crédulos. Eso reforzó mi sentimiento de pertenencia al otro grupo.
Siempre estuvo presente en mí el deseo de ser médico, no se porque, quizás se sumo mis deseos de ayudar a la gente y mi curiosidad sobre el cuerpo humano… Ingresé a la carrera de medicina de la Universidad Nacional de Córdoba en el año 2006 siendo el número 31 en el orden de mérito teniendo muchos conocimientos en pseudociencias y habiendo leído varias veces el libro de “40 lecciones de medicina naturista” del médico español (ya fallecido) Eduardo Alfonso. Durante el ingreso me había enamorado de la biología celular, la química inorgánica, la física y la matemática; mis preguntas y curiosidad seguían estando ahí, pero ya tenía en claro mi objetivo por el cual iba a la facultad: recibirme de médico y hacer la otra medicina, naturopatía. ¡Esa era la posta!
Durante el cursado nunca tuve debates sobre las pseudociencias, nunca me había llamado la atención llevar ese debate a clases porque me encantaba lo que estaba aprendiendo. Si recuerdo haber tenido un debate sobre las vacunas con mi compañero de departamento que también estudiaba medicina, donde obviamente, yo negaba que la vacuna fuese algo interesante. Si si, era negacionista de la vacunación y del HIV.
Por 2 años no fui más a las jornadas. No recuerdo por que, pero si recuerdo que quería ser cirujano porque estaba haciendo la ayudantía de Anatomía Normal y participaba de cirugías. Quizás eso me había alejado un poco.
Un día decidí volver a las jornadas, tampoco recuerdo porque, aunque en esa época había terminado una relación con la chica que fue mi primer amor, quizás necesitaba un poco de apoyo psicológico. Esta vez volví con todo, hacía yoga muy seguido y había comenzado un curso de monitores de cosmobiología (persona que puede dar cursos y leer cartas natales). Ese mismo año conocí personalmente a la persona que le daba forma y sustento al grupo del cual formaba parte. Era médico recibido de la misma universidad que yo y ejercía medicina naturista en otro país. Era genial, siempre tenía una respuesta para mi cabeza inquieta que todo lo preguntaba a diferencia de la «medicina alopática» que decía “etiología desconocida” o “enfermedad de origen desconocido”.
Pero cuando volvía a estas jornadas, me conectaba de nuevo con todas las pseudociencias y con cada jornada se fue haciendo más fuerte el sentimiento de pertenecía al grupo “especial”. Recuerdo pasar horas haciéndole preguntas o escuchándolo hablar y ponerme contento cuando me daba cuenta de que ya había conseguido un maestro dispuesto a enseñarme todo lo que él sabía.
Durante el cursado de 5to año conocí el Movimiento Zeitgeist y me uní. En ese entonces, el movimiento en Córdoba Capital estaba formado por un ejército de personas con pensamiento mágico. Había encontrado mi lugar… Todo cerraba. Cada vez más personas aparecían y reforzaban mi sentimiento hacia las pseudociencias. Cabe destacar que los magufos son personas muy simpáticas y amorosas.
Aunque con el paso del tiempo, me encontré con gente de Buenos Aires que si habían entendido el movimiento y entre sus pilares se encontraba el pensamiento crítico. Comenzaron los debates y cruces, yo buscando argumentos que respaldaran mi postura y los del frente leyendo los papers que yo no había leído y refutándome todo marcándome las falacias y errores de interpretación. Shit… Pero no se preocupen era muy testarudo, el de “mente cerrada” era yo y las personas con las que debatía, las cuales me pedían algo más que fé.
En el último año de la carrera tuve que hacer las prácticas hospitalarias en la ciudad donde me crié, lo que significó alejarme de todas esas personas nuevas que había conocido por un tiempo. Ese fue un momento clave… La separación del refuerzo de mi sentimiento a las pseudociencias hizo que este se debilitara, abriéndole camino a los estímulos provenientes de documentales, charlas, vídeos y debates que fomentaban el pensamiento crítico. Comencé a leer material sobre ateísmo, y como con Diós “ni fu ni fa”, me hice agnóstico y al tiempo ateo, pero seguía siendo magufo. Me topé con videos exclusivos de pensamiento crítico donde hablaban sobre evidencias y todas esas cosas que mis amigos de Buenos Aires me decían. Un día, decidí leer el informe sobre homeopatía del Circulo Escéptico de España, quedé realmente asombrado con el informe y automáticamente eliminé a la homeopatía de mi lista de pseudociencias, me gustaba mucho la química y la física y claramente a la homeopatía no le interesaba mucho. Luego conocí a Carl Sagan con su libros “Cosmos”, a James Randi con sus suicidios homeopáticos y capacidades para el ilusionismo, a Richard Dawkins con sus crudos, respetuosos y bien argumentados comentarios sobre Diós y la evolución biológica, a Neil deGreasse Tyson con su humor y conocimientos, a Stephen Hawking con su increíble condición física y mente brillante. Al mismo tiempo me empecé a animar a leer artículos que refutaban mis creencias porque quería saber cual era el “problema” con ellos que no creían y conocer sus argumentos. Luego entré al foro del Círculo Escéptico Argentino y lo primero que me encontré fué el post del “Té chino del Dr. Ming”, me reí mucho con ese artículo y seguí leyendo, muchos contradiciendo mis creencias.
Un día vi entrevistas de Richard Feynnman y me logré conectar con su amor por la ciencia, me hizo acordar a mí cuando era chiquito, el mocoso inquieto que preguntaba todo y juntaba bichos para luego pasarse horas viendo como se comportaban. Carl Sagan lo logró después cuando leí “El mundo y sus demonios”, pero eso fué posterior.
Salir a correr para mí es un momento de reflexión y ese año corrí mucho. Recordaba las cosas que me decía este médico que yo admiraba, algunos de esos recuerdos fueron el momento que me dijo que el VIH no existía, que la homosexualidad era una enfermedad, que el objetivo de las disciplinas que realizábamos era de evolucionar para estar más cerca de Diós, entre otras… Todas mis creencias se fueron cayendo, lo hacían de forma muy rápida! Realmente estaba sorprendido con la felicidad y ligereza con lo que me lo estaba tomando. Era un alivio poder sacarme de la cabeza las preocupaciones del karma, del destino, de las energías de los planetas al momento de nacer y la disposición de los muebles más allá de la comodidad.
El hecho que más me molestó fue el que siempre me hayan dicho que era un persona con bajos niveles de energía por la posición que tenían Marte y el Sol en mi carta natal, aunque en realidad yo lo creía porque tenía los conocimientos para interpretarla. Se me decía que me forzaba mucho y que cuando sea más grandes mis bajos niveles de energía van a hacer que me enferme. Eso me molestó porque fue algo que me condicionó, que me limitó en muchos aspectos de mi vida (especialmente deportivo) porque yo cuidaba de mis “niveles de energía”, cuando siempre había sido una persona muy activa.
El proceso continuó y cada vez me parecía mas fascinante lo que leía sobre ciencia como mi añorada y olvidada astronomía (no astrología!), al mismo tiempo que leía más y más sobre escepticismo y pensamiento crítico.
Mi mente se liberó, pero aún conservaba todos esos grandes conocimientos sobre pseudociencias y comprendí lo peligroso que podía llegar a ser el pensamiento mágico en la salud y la sociedad en general. Me pareció interesante empezar a aplicar esto y escuchar/leer a quienes creían en ellas, para luego refutar y enseñar donde estaba el error cometido a la hora de interpretarlas. Entonces comencé a escribir en el blog del Círculo Escéptico Argentino y hacer activismo en pos del escepticismo científico.
Hoy, ya recibido de médico, mi reencuentro con la ciencia me ha llevado a ser docente de la Cátedra de Fisiología Humana de la carrera de Medicina de la UNC y a realizar un doctorado en Medicina y Cirugía. Creo que hay material para rato…
Falta mucho por descubrir, la ciencia no nos ha brindado todas las respuestas y nos sentimos muy incómodos en momentos de incertidumbre, claramente no nos agrada el hecho de no saber. Las pseudociencias y la religión nos dan una respuesta a todo, nunca caen mal paradas y por eso las abrazamos, a diferencia de la ciencia, con ellas nos sentimos más cómodos.
Pero la ciencia fue la herramienta que nos ha permitido desarrollar una tecnología inocua para ver los bebés en el útero materno (ecografía), nos ha permitido conocer la edad de las estrellas y origen de las galaxias al mismo tiempo que nos ha dado la certeza de que estamos compuestos con los mismos compuestos químicos que ellas, nos ha dado la posibilidad de transformar un elemento tan abundante en la tierra como el silicio en instrumentos capaces de aprovechar la energía lumínica y transformarla en energía eléctrica y desarrollar tratamientos médicos que mejoran nuestra calidad de vida.
Después de lo anterior, lo único que me queda decir es
“Afirmaciones extraordinarias requieren de evidencias extraordinarias” y «Cada esfuerzo por clarificar lo que es ciencia y de generar entusiasmo popular sobre ella es un beneficio para nuestra civilización global. Del mismo modo, demostrar la superficialidad de la superstición, la pseudociencia, el pensamiento «new age» y el fundamentalismo religioso es un servicio a la civilización…»