A lo que dice Leandro agregaría que el único motivo que encuentro válido para discutir con un «escéptico» tan radical es aprovechar para que otros, testigos de la discusión, aprendan algo de ella. La discusión en sí, con nuestro interlocutor, no va a servir absolutamente de nada. Yo ya decidí que al primer signo de conspiranoia o de relativismo radical me burlo un ratito y luego corto la comunicación. La vida es demasiado corta para discutir con gente que vive en una nube de pedos.