Siameses, mongólicos y esquimales
Hace bastante que no escribo sobre lingüística y quería hacer un ejercicio de divulgación y de escepticismo, en el cual tengo que incluirme. Resulta que, viendo el primer episodio de la excelente serie de documentales Inside the Human Body, de la BBC, surgió de manera prominente el tema de los hermanos siameses. Estos pares de hermanos (o hermanas: las mujeres son un 75% de los casos) son gemelos monocigóticos que se han separado parcialmente en el útero. Aunque técnicamente se denominan gemelos conjugados, se mantiene la designación tradicional de siameses, que proviene de Siam, el nombre de Tailandia hasta 1932. Los siameses en cuestión eran un par de gemelos, Chang y Eng Bunker (1811–1874), unidos por el esternón y con hígados fusionados, y que se hicieron famosos como parte del circo de P. T. Barnum.
Al escuchar la expresión, a mí me pareció que se trataba de un término obsoleto y peyorativo, similar al uso de la palabra mongolismo para designar al síndrome de Down. Resultó que estaba equivocado, aunque no soy el único: aunque los diccionarios no hacen mención de ningún tono despectivo, al menos una agencia de noticias (Canadian Press) decidió hace unos años aconsejar a sus periodistas el uso de términos como “gemelos unidos” o descripciones específicas (“bebés que nacieron unidos por la cadera”). Por otra parte, los gramáticos han adoptado la expresión gemelos siameses para designar pares de palabras o expresiones que forman frases hechas y que se colocan siempre en el mismo orden, como vivito y coleando, arco y flecha, cara o cruz, aquí y ahora, etc. Parece que a casi nadie le parece ofensivo, aunque quizá sea porque se trata de un país remoto y que ni siquiera existe más con ese nombre.
Es distinto el caso de mongolismo y mongólico: aunque también se trata de un remoto país asiático, ni Mongolia ni los mongoles han dejado de existir, pero sobre todo, está claro que ni los mongoles ni ningún otro grupo étnico similar a ellos tienen nada que ver con el síndrome de Down (fuera de que, por supuesto, los mongoles tienen tanta probabilidad de padecer síndrome de Down como cualquier otro pueblo del mundo). Ocurre que quien describió el síndrome, el médico británico John Langdon Down, lo llamó mongolismo (o idiotismo mongoloide) porque observó que los niños con Down tenían rasgos faciales similares a los individuos de la “raza mongola”, en particular la llamada brida mongólica (epicanthus medialis), que es el repliegue del párpado típico (pero no exclusivo) de muchas etnias asiáticas.
Esta clasificación racial fue creada por Johann Friedrich Blumenbach (1752–1840), quien suponía que las diferencias entre razas dependían de la geografía, la nutrición y las costumbres. Blumenbach no era racista y criticaba a los que proponían teorías pseudocientíficas sobre la inferioridad o superioridad de una raza sobre otra, pero adhería a la “teoría de la degeneración”, según la cual Adán y Eva habían sido caucásicos (blancos) y sus descendientes habían cambiado de complexión a causa de factores ambientales. Down consideraba que el síndrome que había descubierto representaba una forma de degeneración, quizá el mismo tipo que el propuesto por Blumenbach, del tipo caucásico al tipo mongólico. Sea como fuere, hoy sabemos que la teoría de la degeneración es falsa y (desde 1959) que el síndrome de Down se origina en un trastorno cromosómico, por lo cual es ofensivo el uso del término mongolismo, que ha sido eliminado paulatinamente de las publicaciones médicas desde entonces.
Con los esquimales me pasó algo parecido a con los siameses: por algo que había leído me sonaba peyorativo. Resulta que mucha gente cree que esquimal proviene de un término usado por las tribus algonquinas para referirse a ciertos vecinos suyos y que significa “los que comen carne cruda”. Esta adopción de exónimos despectivos no es poco común: en Argentina todavía hay quienes llaman a los wichi con el nombre mataco, que es de origen quechua y significa “armadillo”, y en ruso los alemanes se llaman nemetskii, que significa “sordomudos”. Pero como en el caso de los siameses, me equivoqué, y no estoy solo: en Canadá y en Groenlandia, a causa de esta supuesta etimología, se conoce a los esquimales con el término que usan para referirse a sí mismos, inuit, a pesar de que en rigor hay otra etnia esquimal, los yupik, además de los inuit, y varios otros nombres regionales (como kalaallit para los groenlandeses). El Concejo Circumpolar Inuit, una ONG que los representa, utiliza tanto inuit como esquimal, ya que, por ejemplo, los yupik de Alaska y de Rusia no aceptan ser llamados inuit. Y el caso es que, a fin de cuentas, no hay mucha evidencia de que esquimal sea un peyorativo: la mayoría de los lingüistas lo dudan, y la teoría preferida es que proviene en realidad de una palabra del lenguaje algonquino montagnais o innu-aimun que se refiere… al encordado de las raquetas para nieve.
Así de curioso es el mundo de las palabras: pensar que gracias a un par de gemelos unidos por el tórax que murieron hace un siglo y medio uno termina aprendiendo un poco de historia del racismo y se libra de dos mitos lingüísticos al precio de uno…
¡Muy buen articulo Pablo! La verdad que no tenía idea del tema de los esquimales. Me resultó muy interesante.