Yo nunca me imaginé siendo ateo.
Hoy no puedo imaginarme volverme creyente de nuevo.
Con el tiempo cambian muchas cosas adentro de uno, y a veces con gran rapidez.
Hay veces que no es ni la lógica ni la ciencia lo que te hace cambiar de opinión,
sino solamente la «vejez» que hace que «te vaya cayendo la ficha».
Es como una «revelación». No será un razonamiento deductivo bien hecho paso a paso, pero uno «de pronto comprende».