Re: Humor.
Supongamos que ponemos a dos automovilistas corriendo uno al lado del otro a 200 km/hora, yendo directo contra un paredón de hierro y concreto.
Supongamos que uno es creyente y el otro ateo, y que no están en esos automóviles por cuenta propia, sino que un científico morboso los ha puesto ahí y lleva los autos a control remoto.
El creyente empieza a rezar al dios de su preferencia.
¿Ambos chocan el paredón?
¿A ambas se les aplican las mismas leyes físicas?
¿Ambos mueren?
¿Cuál es la diferencia práctica entre haber creído en Dios y no haber creído?
Si no hay diferencia, ¿para qué rezar?
O mejor, si no hay diferencia, ¿por qué utilizar energía cerebral pensando en una entidad, Dios, que en realidad no ayuda a que cambien los efectos que han de provenir de idénticos efectos?
Digo, qué sé yo.
Si yo le pido a Dios que 2+2 deje de ser 4 y sea 5, eso no va a pasar, por más fe que le ponga.
Y lo mismo si le pido a Dios que la ley de gravedad de actuar, o que los choques a 200 por hora contra paredes de hierro dejen de ser mortales.
El único efecto visible de Dios es en la conducta de las personas, según qué creencias tengan o no respecto a Dios.
O sea que efectos hay.
Pero es llamativo que no causa efectos en las demás cosas.
Y por lo tanto, concluimos que los únicos efectos de Dios, que son de tipo social, son algo demasiado sospechoso.
Surge la posibilidad lógica de si acaso esas personas se estarían influenciando entre sí con ciertas creencias que mantienen, y causando que adopten unas actitudes y no otras, mas todo eeto sin intervención directa de ningún Dios.
¿Y qué distancia mental hay entre pensar que Dios no hace efecto, o que lo que afecta realmente es la creencia en un Dios y no un verdadero Dios realmente?
El concepto de Dios involucra un exceso de conceptos, aparece para sobreponerse a hechos de la realidad en los cuales no agrega ni quita ninguna influencia material efectiva.
Entre un Dios que no causa efectos y un Dios que no existe, no hay mucha distancia que se diga.
Pero si Dios no existe, no existen sus ángeles, ni el mundo celestial, ni las almas inmortales que se reunirían con Dios en el cielo.
No hay vida tras la muerte, y el «carretel» se termina pronto, en esta única y breve vida.
A nadie le importa Dios, sino ser inmortal, y que la eternidad sea algo placentero.
¿Y si de golpe te das cuenta que no hay nada de eso?
Duro.