Pensamiento Crítico

¿Por qué el “a mí me funciona” no es suficiente?

La gente con frecuencia ofrece testimonios de cómo alguna medicina alternativa “realmente a mí me funcionó”. Las personas que afirman esto no consiguen entender que no tienen ninguna base para afirmar que “funcionó”. Lo único que realmente pueden afirmar es que observaron una mejora después del tratamiento. ¿No podría ser una falsa suposición de que la correlación temporal significa causalidad?

Tales observaciones son tan solo un punto de partida: necesitamos hacer ciencia para averiguar lo que significan esas observaciones y descubrir qué funcionó y qué no; de esta manera comprenderemos mejor la naturaleza y a nosotros mismos. La ciencia es el único modo de corregir nuestros errores de percepción y de atribución.

“La ciencia es una forma de tratar de no engañarnos a nosotros mismos. El primer principio es que uno no debe engañarse y que la persona más fácil de engañar es uno mismo.” (Richard Feynmann)

Recibo muchos comentarios del tipo de “A mi tía/hermano/primo/madre/perro le funcionó, lo vi con mis propios ojos.” Pero eso no cumple ni siquiera con el mínimo de evidencia, ¿o acaso alguien espera que le crea simplemente porque él lo dice? ¿Me creerían si les digo que vi un unicornio rosado que defeca arco iris? Creo que no.

Podemos decir que ver algo con tus propios ojos no prueba que es verdad y no excluye la necesidad de comprobación científica, ya que somos máquinas fallidas para percibir la realidad. Sí: no somos perfectos y nos equivocamos.

Con esto quiero decir que no podemos hacer la suposición de que algo funciona y confiar en alguien que aparenta saber o ser importante, porque nos podemos equivocar. Es más, ¡nos hemos equivocado gran parte de la historia! Tratamientos basados en sanguijuelas, tomar tu propia orina, rezar, tratamiento con mercurio y plomo ¡y un larguísimo etcétera de equivocaciones!

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Fuente: La pulga snob

Un ejemplo de esto son las sangrías. Durante muchos años los médicos utilizaron sanguijuelas y bisturís para liberar a los pacientes de su sangre “contaminada con toxinas”. Ellos “sabían” que la sangría funcionaba. Todo el mundo lo decía. Cuando tenías fiebre y el doctor te practicaba una sangría, mejorabas. Todo el mundo conocía a algún amigo o familiar que había estado a las puertas de la muerte hasta que la sangría le curó. Los médicos contaban los éxitos por miles. La gente atribuía grandes cosas a estas terapias, cuando en realidad los pacientes se habían curado a pesar de ella y no gracias a ella. Hoy sabemos que la sangría hace más mal que bien.

Otro ejemplo mas reciente, es que los médicos solían realizar una operación para enfermedades cardiovasculares en la que abrían el pecho y anudaban arterias de la caja torácica para desviar más flujo sanguíneo hacia el corazón. Supuestamente tenían una impresionante tasa de éxito del 90%. Un doctor muy listo llamado Leonard Cobb quería asegurarse de que fuera cierto, por lo que realizó un experimento en el que únicamente hizo la incisión en el pecho y lo volvió a cerrar sin haber hecho realmente nada. Sorprendentemente descubrió que ¡la misma cantidad de pacientes mejoraba tras la falsa cirugía! Los médicos dejaron de realizar dicha operación. Así es: nos equivocamos y no somos buenos analizando la realidad.

Pero,  ¿cómo puede tanta gente estar tan equivocada? ¿Cómo podían creer que algo había ayudado cuando realmente había causado más daño que bien? Hay toda una serie de razones por las que la gente puede acabar creyendo que un tratamiento inefectivo funciona.

  1. La enfermedad puede haber seguido su curso natural. Muchas enfermedades se autolimitan; el proceso de curación natural del cuerpo devuelve la salud a la gente después de un tiempo. Un resfriado normalmente desaparece en una semana. Para averiguar si un remedio para el resfriado funciona, hay que llevar un registro de éxitos y fracasos en un número de pacientes suficientemente grande como para averiguar si realmente se recuperan más rápido con el remedio que sin él.
  2. Muchas enfermedades son cíclicas. Los síntomas de cualquier enfermedad fluctúan a lo largo del tiempo. La gente con artritis tiene días malos y días buenos. El dolor empeora por un tiempo y luego mejora por cierto otro tiempo. Si utilizas homeopatía cuando el dolor está fuerte, probablemente estaba a punto de mejorar de todos modos, así que la homeopatía se lleva un crédito que no merece. Esto es lo que se conoce como regresión a la media.
  3. Todos somos sugestionables. Si nos dicen que algo va a dolernos, es más probable que duela. Si nos dicen que algo nos hará sentir mejor, probablemente lo hará. Todos conocemos esto: por eso besamos los raspones y apapachamos a nuestros hijos. Cualquier cosa que nos distraiga de pensar en nuestros síntomas es probable que ayude. En los estudios científicos que comparan un tratamiento real con pastillas placebo, una media del 35% de la gente dice que se siente mejor después de tomarlas. El verdadero tratamiento debe hacerlo mejor si queremos creer que es realmente efectivo.
  4. Puede haber recibido dos tratamientos y el tratamiento equivocado se llevó el crédito. Si tu médico te da una pastilla y además te tomas un remedio casero, puedes darle el crédito al remedio casero. O quizás ha habido otro cambio en tu vida al mismo tiempo que ha ayudado en el tratamiento de la enfermedad y éste es la verdadera razón por la que has mejorado.
  5. El diagnóstico o el pronóstico original pueden haber sido incorrectos. Mucha gente ha sido supuestamente curada de cáncer cuando en realidad jamás tuvo un cáncer. Los médicos que le dicen a un paciente que sólo tiene 6 meses de vida están sólo estimando y pueden estimar mal. Lo mejor que pueden hacer es decir que el paciente medio con esa enfermedad vive 6 meses – pero la media significa que la mitad de la gente vive más tiempo.
  6. Una mejora de ánimo temporal puede confundirse con una cura. Si un practicante te hace sentir optimista y esperanzado, puedes creer que te sientes mejor cuando la enfermedad realmente no ha cambiado.
  7. Las necesidades psicológicas pueden afectar nuestro comportamiento y percepciones. Cuando alguien quiere creer algo con suficiente ahínco, puede convencerse a sí mismo de que ha sido ayudado. Se sabe de gente que ha negado los hechos – negarse a ver que un tumor sigue aumentando. Si han invertido tiempo y dinero, no quieren admitir que fue desperdiciado. Vemos lo que queremos ver; recordamos las cosas del modo en que queremos que hubieran pasado. Cuando un médico está intentando sinceramente ayudar a un paciente, el paciente siente una especie de obligación social de satisfacer al médico mejorando.
  8. Confundimos correlación con causalidad. Simplemente porque un efecto sigue a una acción, eso no significa necesariamente que la acción causase el efecto. Cuando el gallo canta y a continuación sale el sol, nos damos cuenta de que no es el cacareo lo que ha hecho que el sol aparezca. Pero cuando tomamos una pastilla y entonces nos sentimos mejor, suponemos que fue la pastilla lo que nos hizo sentir mejor. No nos paramos a pensar que podemos habernos sentido mejor por alguna otra razón.

Así que hay un montón de maneras de equivocarnos. Afortunadamente, hay una manera en que podemos finalmente acertar: mediante las pruebas científicas. No hay nada misterioso o complicado sobre la ciencia, es simplemente un juego de herramientas de sentido común para comprobar cosas. (El resultado de usar esas herramientas puede desafiar el sentido común, pero ése es otro asunto.) Si crees que has perdido peso y te subes a una báscula para comprobarlo, eso es ciencia. Si crees que se te ha ocurrido una mejor manera de plantar zanahorias y compruebas tu idea plantando dos filas lado a lado, una con el método viejo y otra con el nuevo, y miras qué fila produce mejores zanahorias, eso es ciencia.
Para comprobar medicinas, podemos organizar un gran número de pacientes en dos grupos iguales y darle a un grupo el tratamiento que queremos comprobar y al otro un placebo, como una pastilla de azúcar. Si el grupo que recibió el tratamiento activo va significativamente mejor, entonces el tratamiento probablemente funciona realmente. Es sencillo… Este método se puede aplicar tanto al estudio de los fármacos convencionales como con disciplinas que se basen en entidades invisibles e indetectables.

Por cierto, ¿donde están los casos negativos de las medicinas alternativas? ¿Alguna vez leíste sobre los casos que no funcionaron, los pacientes que murieron y los fraudes?

5 comentarios en «¿Por qué el “a mí me funciona” no es suficiente?»

  • Hay dudas sobre la medicina natural….pero muchos medicamentos se lograron en base a ella!!!….y los experimentos cientificos dberian ser certeros siempre y cuando no lo manejaran las grandes industrias farmaceuticas que te pueden convencer de cualquier cosa…pero no leas las letras pequeñas!!!…a veces confiamos mas en los vecinos porque no tienen intereses economicos al recomendar algo….que pocas veces puede ser muy nocivo…y ademas lo experimentaron en sus propios cuerpos…y al menos no murieron!!!!

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    • María: la «medicina natural» no existe, hay medicina y cosas que no son medicina. Y es cierto que muchos medicamentos se lograron en base a usos tradicionales. Lo que se hace en esos casos es ver qué sustancia de la planta o animal o mineral causa el efecto, si se puede aislar, si no tiene muchos efectos secundarios, etc., y se pone en una píldora o un jarabe o una cápsula y se vende así porque es mucho más cómodo y seguro.

      Probar una sustancia en tu propio cuerpo puede ser el primer paso hacia un descubrimiento, pero no es un experimento científico. Un experimento consiste en centenares o miles de pruebas y se busca que no dependa de la subjetividad de un experimentador.

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  • La ciencia estudia la causa, el efecto y su contexto; la pseudo ciencia solo el resultado.
    La ignorancia es el pacebo de los tontos y el remedio de los mediocres.

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  • «Por cierto, ¿donde están los casos negativos de las medicinas alternativas? ¿Alguna vez leíste sobre los casos que no funcionaron, los pacientes que murieron y los fraudes?» Se puede empezar por aquí:

    http://whatstheharm.net/

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  • Pingback: El milagroso magnetismo – Parte 2: ¿Y la evidencia? | Círculo Escéptico Argentino

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